En el período premonopolista y concurrencial del sistema capitalista, se distinguían tres procesos relativamente autónomos: a) el proceso de producción; b) el proceso de circulación y c) el proceso de realización de la producción, regidos cada uno por sus propios capitales: el capital industrial, el capital comercial y el capital bancario, los dos últimos obteniendo su parte de beneficios de la plusvalía extraída a los trabajadores en el proceso de producción
Pero con el surgimiento del capitalismo monopolista a fines del siglo XIX y comienzos del XX, que se consolida en la segunda mitad del siglo XX con la llamada revolución científica y técnica (electrónica, informática, etc.) se producen dos hechos fundamentales en la economía mundial: el papel hegemónico que asume el capital financiero en el sistema capitalista y la desaparición de la competencia como mecanismo autorregulador (o relativamente autorregulador) del mercado. Las sociedades transnacionales pasan a ser las estructuras básicas del actual sistema económico-financiero mundial y sustituyen al mercado como método de organización de la economía internacional. Sin que por ello deje de existir la competencia entre los grandes oligopolios, que suele ser encarnizada y sin cuartel.
Las relaciones entre las sociedades transnacionales son una combinación de una guerra implacable por el control de mercados o zonas de influencia, absorciones o adquisiciones forzadas o consentidas, fusiones o ententes y el intento permanente pero nunca logrado de establecer reglas privadas y voluntarias de juego limpio entre ellas. Porque la verdadera ley suprema de las relaciones entre las sociedades transnacionales es 'devorar o ser devorados'.
De modo que cuando actualmente se oye hablar del mercado y de que 'el funcionamiento de la economía debe quedar librado a las fuerzas del mercado' debe entenderse que el funcionamiento de la economía (y de la sociedad en general) debe quedar sometido a la estrategia decidida por el capital monopolista transnacional, cuyo objetivo básico es maximizar sus beneficios, apropiándose por cualquier medio del fruto del trabajo, de los ahorros y de los conocimientos tradicionales y científicos de la sociedad humana.
El proceso de constitución del capital monopolista es el resultado de la concentración y acumulación del capital, que dio lugar a la formación de grandes oligopolios y monopolios cuya base financiera se consolidó desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX con la fusión del capital industrial y el capital bancario. Los grandes monopolios transnacionales también consolidaron su base financiera constituyéndose como sociedades anónimas, que absorbieron el ahorro popular a través de la emisión de acciones (participaciones en el capital y en los beneficios -o pérdidas- de la empresa) y obligaciones (título de crédito contra la empresa que además devenga un interés).
Pero sobre el fondo de una tendencia permanente, y a ritmo cada vez más acelerado, de concentración y acumulación del capital a escala mundial, la preeminencia del capital financiero es actualmente el rasgo dominante del sistema.